La agricultura Biológico-Dinámica, cuyos principios queremos acompañar desde nuestra huerta, tiene su origen en la cosmovisión antroposófica de Rudolf Steiner
Un momento determinante en la expansión de este movimiento, transformador del trabajo y de la vida en la tierra, fue el curso que Rudolf Steiner -considerado en ámbitos académicos como el precursor de la agricultura orgánica- diera en Koberwitz, actual Polonia, en el año 1924.
Basándose en sus capacidades de percepción e investigación espiritual, Steiner afirma que toda materia tiene su origen en el espíritu; materia no es otra cosa que espíritu condensado. “El espíritu nunca se encuentra sin materia, la materia jamás se encuentra sin espíritu.”
Si bien, dentro de los cuatro reinos de la creación (humano, animal, vegetal y mineral) solo al hombre le corresponde un yo individual, lo espiritual es inherente a todos ellos. Quedan incluidos aquí las estrellas y planetas del universo entero.
En armonía con esta visión del mundo, están las palabras de Francisco de Asís, en su Cántico de las Criaturas, con el que abrimos nuestras jornadas en Tríade. Francisco se sentía hermano del sol, la luna, las estrellas, y también del fuego, el aire, el agua y la tierra.
En una de las conferencias del curso mencionado, a la que dio el nombre de “El obrar del Espíritu en la Naturaleza”, dice: “En el crecimiento vegetal participa todo el cielo con sus estrellas”.
El saber instintivo al que se acudía hasta principios del siglo pasado en cuanto a las labores agrícolas, se ha ido perdiendo, a tal punto que los alimentos alcanzaron un estado de deterioro del que ya hablaba Steiner en 1924. La ciencia convencional ha tenido en cuenta, en relación con este tema, la acción del Sol a lo largo del año. En cuanto a la Luna sólo se considera el efecto de su luminosidad, que varía a lo largo de su ciclo. Sin embargo, aún hoy, muchos agricultores tienen en cuenta para sus siembras las fases de la Luna, algo que todavía no se considera en los círculos académicos.
En relación con los cuerpos celestes y el crecimiento vegetal, podemos señalar un aspecto importante entre muchos otros: el de los diferentes efectos que tienen, por un lado, los astros cercanos (La Luna, Venus y Mercurio), relacionados con la capacidad de una especie vegetal para reproducirse; y, por el otro, los planetas lejanos (Marte, Júpiter, y Saturno) cuyas fuerzas obran sobre las cualidades alimenticias de los vegetales (aroma, sabor, capacidad de conservación).
Son importantes entonces las posiciones de los cuerpos celestes y las interacciones entre ellos, tales como conjunciones, oposiciones y eclipses, resultando también determinantes las particulares cualidades minerales de los suelos en cuanto a su mayor o menor receptividad para con estas fuerzas planetarias que luego obran sobre las plantas.
La investigadora María Thun encontró numerosas relaciones entre las posiciones de los astros, incluidas las constelaciones zodiacales, y el crecimiento vegetal. Los resultados de sus investigaciones fueron hace décadas confirmados en Alemania por Tesis Doctoral.
Existen calendarios astronómicos biodinámicos orientados a las prácticas agrícolas, adaptados a los husos horarios de las distintas regiones de la Tierra.
La granja biodinámica debe ser vista como una individualidad en sí misma, un organismo compuesto por su suelo, la diversidad de hierbas espontáneas y cultivos que la componen, los animales que se crían y habitan en ella y las cualidades de la comunidad humana que la trabaja. Como tal necesita de la armonía entre sus partes para una evolución saludable y fructífera. Debería idealmente producir todo lo que necesita sin necesidad de recurrir a insumos obtenidos fuera de ella.
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